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Las cuatro tareas del duelo de J. William Worden

Tarea 1: aceptar la realidad de la pérdida

Cuando nuestro ser querido muere, incluso si la muerte es esperada (duelo anticipado), siempre hay cierta sensación de que no es verdad. La primera tarea del duelo es afrontar plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha marchado y no volverá. Parte de la aceptación de la realidad es asumir que el reencuentro es imposible, al menos en esta vida. La conducta de búsqueda se relaciona directamente con el cumplimiento de esta tarea.

Algunas personas no aceptan que la muerte es real y se quedan bloqueados en la primera tarea. La negación se puede practicar a varios niveles y tomar varias formas y la mayoría de las veces implica cerrarse la realidad, al significado o a la irreversibilidad de la pérdida:

 

a) Negar la realidad de la pérdida: puede variar en el grado, desde una un leve olvido a un engaño total. Lo más probable que puede ocurrir es que la persona sufra “momificación”, es decir, que mantenga los objetos del fallecido justo en el mismo lugar en el que acostumbraba.

Otro ejemplo es la distorsión en vez de engaño, en la cual la persona ve al fallecido personificado en uno de sus hijos. Este pensamiento distorsionado puede amortiguar la intensidad de la pérdida, pero raramente es satisfactorio y, además dificulta la aceptación de la realidad de la pérdida.

Tareas para afrontar el duelo

b) Negar el significado de la pérdida: de esta manera la pérdida no se percibe tan significativa como realmente es, algunas situaciones que se pueden presentar son:

  • Afirmaciones como “no era un buen padre”, “no teníamos una relación cercana” o “no le echo de menos”.
  • Incluso, algunas personas se deshacen de las ropas y otros artículos personales que les recuerdan el fallecido, esto es lo opuesto a la “momificación” y minimiza la pérdida; es como si los supervivientes se protegieran a sí mismos mediante la ausencia de objetos que les hagan afrontar cara a cara la realidad.
  • Otra manera de negar el significado pleno de la pérdida es practicar un “olvido selectivo”.

c) Negar que la muerte es irreversible: otra estrategia usada para negar la finitud de la muerte es el espiritismo. La esperanza de reunirse con la persona muerta es un sentimiento normal, sobre todo en los primeros días o semanas después de la pérdida. Sin embargo, cuando la esperanza de dicha reunión se vuelve crónica, no es normal. Llegar a aceptar la realidad de la pérdida lleva tiempo porque implica no sólo una aceptación intelectual sino también emocional.

La creencia y la incredulidad son intermitentes mientras se intenta resolver esta tarea: la persona en duelo puede ser intelectualmente consciente de la finalidad de la pérdida mucho antes de que las emociones le permitan aceptar plenamente la información como verdadera. A muchos padres les costará meses decir: “mi hijo está muerto y nunca le volveré a tener”.

Tarea II: trabajar las emociones y el dolor de la pérdida

Tareas para afrontar el duelo

En esta tarea es esencial la palabra alemana “Schmerz” que significa “dolor”, porque este puede llegar a ser tan fuerte que duele hasta la misma carne. Es necesario reconocer y trabajar este dolor o éste se manifestará mediante algunos síntomas u otras formas de conducta disfuncional. Cualquier cosa que permita evitar o suprimir de forma continua este dolor es probable que prolongue el curso del duelo. No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad ni lo que siente de la misma manera, pero es imposible perder a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor.

Puede haber una sutil interacción entre la sociedad y la persona en duelo que hace más difícil completar la tarea II. La sociedad puede estar incómoda con los sentimientos de estas personas y,
por lo tanto, da el mensaje sutil: “no necesitas elaborarlo, sólo sientes pena por ti mismo”. Esto interfiere con las propias defensas de la persona; llevándole a negar la necesidad de elaborar los aspectos emocionales, expresándolo como “no necesito elaborar el duelo”.

Abandonarse al dolor está estigmatizado como algo mórbido, insano y desmoralizador. Lo que se considera apropiado en un amigo que quiere bien a la persona en proceso de duelo es que la distraiga de su dolor.

La negación de esta segunda tarea, de trabajar el dolor, es no sentir. La persona puede hacer un cortocircuito a la tarea II de muchas maneras, la más obvia es bloquear sus sentimientos y negar el dolor que está presente. A veces entorpecen el proceso evitando pensamientos dolorosos, utilizan procedimientos de detención de pensamientos dolorosos o procedimientos para evitar sentir la disforia asociada con la pérdida.

Algunas personas se protegen de la incomodidad de los pensamientos desagradables y comienzan a idealizar al muerto, evitan las cosas que le recuerdan a él y usan alcohol o drogas como forma de abstenerse de cumplir esta segunda tarea. De igual forma, algunas personas que no entienden la necesidad de experimentar el dolor de la pérdida e intentan encontrar una cura geográfica, viajando de un lugar a otro buscando cierto alivio a sus emociones.

Tarea III: adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente

Esta tarea tiene diferentes significados, dependiendo de la relación de cada persona con el fallecido y de los distintos roles que desempeñaba. Darse cuenta de la pérdida, muchas veces, empieza alrededor de tres meses después del fallecimiento e implica asumir vivir sola, educar a los hijos sola, enfrentarse a una casa vacía y manejar la economía sola, en el caso de una viuda. El superviviente no es consciente de todos los roles que desempeñaba el fallecido hasta algún tiempo después de la pérdida. Incluso, muchos supervivientes se resienten por tener que desarrollar nuevas habilidades y asumir roles que antes desempeñaban sus parejas.

Redefinir la pérdida de manera que pueda redundar en beneficio del superviviente es una estrategia de afrontamiento que tiene que ver, muchas veces, con que se complete la tarea III de manera exitosa. El duelo puede suponer una regresión intensa en la que las personas se perciben a sí mismas como inútiles, inadecuadas, incapaces, infantiles, o personalmente en quiebra. Los intentos de cumplir con los roles del fallecido pueden fracasar y esto, a su vez, puede llevar a una mayor sensación de baja autoestima.

Cuando ocurre una pérdida se cuestiona la eficacia personal y la gente puede atribuir cualquier cambio al azar o al destino y no a su propia fuerza y habilidad. 
Con el tiempo estas imágenes negativas dan paso a otras más positivas y los supervivientes son capaces de continuar con sus tareas y aprender nuevas formas de enfrentarse al mundo.

 

Tarea IV: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo

Una persona en duelo nunca olvida del todo al fallecido al que tanto amaba en vida y nunca rechaza totalmente su rememoración. Nunca podemos eliminar a aquellos que han estado cerca de nosotros, de nuestra propia historia, excepto mediante actos psíquicos que hieren nuestra propia identidad.

La disponibilidad de un superviviente para empezar nuevas relaciones depende no de “renunciar” al cónyuge muerto sino de encontrarle un lugar apropiado en su vida psicológica, un lugar que es importe pero que deja un espacio para los demás.

Los padres muchas veces tienen dificultades para entender la noción de rechazo emocional. Si pensamos en la recolocación, la tarea del padre en duelo implica cierta relación continuada con los pensamientos y recuerdos que asocia con su hijo, pero se trata de hacerlo de una manera que le permita continuar con su vida después de dicha pérdida.

No se ha terminado la tarea IV sin amar. La cuarta tarea se entorpece manteniendo el apego del pasado, en vez de continuar formando otros nuevos. Algunas personas encuentran la pérdida tan dolorosa que hacen un pacto consigo mismos de no volver a querer nunca más. Para muchas personas, la tarea IV es las más difícil de completar. 

Tareas para afrontar el duelo


Se quedan bloqueados en este punto y más tarde se dan cuenta de que su vida, en cierta manera, se detuvo cuando se produjo la pérdida. 
Pero esta tarea se puede cumplir. Quedaría reflejado cuando una chica dice: “existen otras personas a las que amar, y eso no significa que quiero menos a mi esposo”.

¿El duelo acabaría cuando hallamos completado las cuatro tareas?

Estas cuatro tareas no son un paso a paso a seguir para superar la pérdida, puesto que el duelo no se “supera”, sino que integra a la vida misma. Estas cuatro tareas son procesos esenciales para la construcción y resignificación de la pérdida.

El duelo se puede acabar, en cierto sentido, cuando la persona recupera el interés por la vida, cuando se siente más esperanzada, cuando experimenta gratificación de nuevo y se adapta a nuevos roles. Un punto de referencia de un duelo acabado es cuando la persona es capaz de pensar en el fallecido sin el dolor intenso que se vivenciaba en los primeros meses tras la pérdida.

Bibliografía
Worden, W. (2010). El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia. Editorial Paidósa

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